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LA VOZ DEL PUEBLO

Siempre digo que soy de derechas para lo económico y de izquierdas para lo social, pero eso a casi nadie le gusta o ni siquiera lo entienden. Todos te quieren situar en uno u otro bando para poder criticarte o empatizar contigo. Yo me resisto e insisto, no sé si por incordiar o porque mi naturaleza me impide seguir a pies juntillas un credo determinado.

No dejo de reproducir vídeos ni de escuchar opiniones sobre las poblaciones afectadas por la dana. Analizo las noticias, observo la mosca de cada uno de los medios que las difunden, anticipo por donde va a transcurrir la narración y empiezo a asquearme cuando detecto el tufo político. ¿No hablabais tanto del barro? Pues aquí tenéis para hartaros. Pero del auténtico y mezclado con excrementos y cañas. Para atragantaros hasta que se os cierre la p… boca y os pongáis a trabajar hasta la extenuación. Y cuando vuestros músculos y tendones experimenten tal fatiga que os haga vomitar toda la mierda que lleváis dentro, solo entonces, podréis empezar a hablar entre hermanos.

«Ha sido Javier», le decía de pequeño a mi madre para exculparme de alguna trastada doméstica. A esto me suena todo lo que está ocurriendo, mientras se me anuda la garganta y no aguanto las lágrimas en los ojos.

¡Qué pena!  ¡Qué horror! Y, sobre todo, ¡qué vergüenza!

Siguiendo con mi hermano, el pobre siempre se comía todos los marrones de nuestras gamberradas, como aquella del pavo real, el palo y el saco (Naturalidad) u otra, que no he contado, en la que unos cuantos pelamos el tronco de un precioso sauce llorón que se secó y murió y que supuso la expulsión de Javier del club militar, una vez más y por varias semanas.

Javi, sería por pundonor y nobleza, aceptaba los castigos con resignación, sin aspavientos y sin acusarnos al resto. Era culpable y punto. Yo, casi siempre, también lo era, pero tenía la escurridiza habilidad de salir de rositas o de no estar cuando lo trincaban con las manos en la masa.

Una vecina de Paiporta tuteaba al Rey y le decía, indignada y desesperada, que despidiera a los culpables, que no esperara a que dimitiesen; como si el único que ha echado cojones, ha dado la cara y arriesgado su integridad física, tuviese potestad para ello sin tener que dar un golpe de Estado.

Parece que mi tercer libro sale a la luz en un momento poco apropiado, rodeado de un halo de muerte y crispación política insoportables.

Que callen de momento los ‘poetas’, que se remanguen las camisas y que salgan a la calle vestidos de ‘fontaneros’, que ya habrá tiempo de echar a los responsables, pero para siempre y a la voz del pueblo.

Jaime Sabater Perales

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