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ALIENTO

Parece que no da más de sí, que está acabado y listo para el deshecho. Su función ha cumplido de sobra con las expectativas. Pero ahí sigue apuntalado y dispuesto, cada día, como si con él no fuera la cosa de que ya necesita un relevo natural y debe dejar paso a otros que aporten frescura.

Sabe de sobra que, por muchas milongas sobre vocación de servicio y compromisos varios, su fin último consiste en despertar sonrisas. La podredumbre de tiempos pretéritos no le motiva, prefiere rodearse de quienes le hagan sentir que aún vale. Gente que entra por las mañanas cantando y dispuesta a comerse el mundo.

Así lo humanizo y lo empato, por muy retorcido que aparezca ante mis ojos, ante el espejo de mi cuarto de baño.

Cada mañana y mientras me ducho, lo destapo, lo aprieto y, milagrosamente, siempre sale de su interior algo que me aporta limpieza y blancura.

Sí, ya no tiene la potencia del principio, quizá tampoco el encanto de lo novedoso y seguro que todos los días no está dispuesto a cumplir, pero aquí estoy yo para exprimirlo un poco más, darle unos golpecitos animosos y dejarlo que fluya a su amor.

¿Hasta cuándo? ¿Será infinito?

Hasta que Dios y el tiempo nos dé, a ambos, las fuerzas y el aliento necesarios sin tener que echar para atrás a nadie ni hacer demasiado el ridículo.

Jaime Sabater Perales

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