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¡QUÉ SUENEN LAS CAMPANAS!

Novenas, triduos, vigilias… 

Me pierdo entre tantas devociones.

Yo me acerco a las cosas por curiosidad o emoción, pero no me pidáis que además entienda. Puedo ir mil veces a un sitio y a la mil y una percatarme de un detalle invisible hasta entonces, que le da sentido.

—Pásate al final de misa, nos tomamos una cerveza y te doy el aceite. 

Fueron más de una y son, ahora, las campanas de la Caridad las que me sacan del sueño en su novena que termina. 

«¿De qué color tiene los ojos la Virgen?», preguntó el cura al principio y al final de la homilía.

Ayer recogí cuatro botecitos, no sin antes entregar un litro en la sacristía.

 «¡Dad y recibiréis!»

El aceite no cura, quizá alivie e hidrate la piel irritada, pero en sí no cura. 

Solo y de pie disfruté de la misa completa y cantada por voces que quería reconocer.

¿Qué haces en una misa de hora y media un lunes? ¿Qué te pasa, Jaime? 

¡Verdes, la Virgen tiene los ojos verde oliva! El color de la esperanza, que me lleva a tu lado, Caridad, como un espectador que busca consuelo. 

—Compadre, el aceite no cura, pero este ha pasado por la lámpara milagrosa que ya ha probado tu cuerpo maltrecho, que empieza a reaccionar. Todo tiene sentido ahora: Sanlúcar, el mar, el cartel, la Caridad y los tres botes de aceite verde que te llevo. El cuarto, con tu permiso, me lo quedo, que tengo que hacer un camino dedicado y necesito apoyo. 

¡Qué suenen las campanas! 

Jaime Sabater Perales

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