VIENTO A FAVOR
Siempre vuelvo a Kipling y a su poema «If». Cuando las cosas no iban bien me refugiaba en su lectura como si fuera un padrenuestro. Aquello me hacía resistir, creer en mí, mantenerme firme.
Ayer mi hija pequeña se graduó como Técnico Superior, lo que le abre las puertas a la universidad y al mundo laboral. A mí me llena de satisfacción, me conmueve sobremanera. Ya queda menos para que se larguen.
«Jaimito, no te lo crees ni tú. ¿A quién le vas a reñir por ser un calco tuyo? ¿Cuál será la motivación para saltar de la cama y seguir buscándote las papas?»
Otra fase del videojuego superada. Cojo aire, siento vértigo, me arremango y sigo.
No has descubierto la pólvora, no eres un tío genial ni un superdotado de la vida. Eres un padre más, que trata de hacer las cosas bien, que se confunde más que habla, que duda, pero que no titubea.
Ahora, que el viento sopla a favor, es cuando agarro el timón con más fuerza. Todo se puede ir al traste en un instante. Hacerse añicos. Perder, y volver a la casilla de salida.
Hoy no sigo al poeta. Miro al de arriba, le doy las gracias y rezo. Desde la cama, desde la moto, desde mi escritorio de trabajo, desde la orilla del mar antes de zambullirme. Justo antes de tener la certeza de que somos una mota de polvo en el universo, tan pequeños e inmensos como nosotros queramos.