NI MÁS NI MENOS (I)
Después de la primera parte, con el marcador ya a nuestro favor y una Francia de figuras fulgurantes descolocadas, aproveché y me lancé a la calle para conseguir cervezas y viandas que el ajetreado día no me había permitido proveer.
Casi en el tiempo de descuento del supermercado abierto a la vuelta de la esquina, logré comprar todo lo previsto y volví lo más rápido que pude con un pack de cervezas mejicanas en una mano y en la otra una bolsa con aceitunas, nachos y alguna cosa más para completar el piscolabis que preparaba Susana.
En ese camino veloz me crucé con un borracho estrafalario al que tuve que sortear, con una pareja amiga que me alentó a llegar a la meta antes de que arrancase el segundo tiempo y, por último, llegando a casa, sentada en un escalón fumando un cigarrillo, con una de las camareras del bar donde suelo tomar café, que al verme tan bien pertrechado y contento hizo ademán de venirse conmigo en vez de reincorporarse a su puesto de trabajo.
Abrí la cancela y la puerta de la calle como pude con las dos manos ocupadas, cogí el ascensor hasta el séptimo, entré en casa, ayudé a terminar de poner la mesa y justo en ese instante pitó el árbitro el arranque de la segunda mitad en la que sufrimos, disfrutamos y terminamos gritando abrazados por otra nueva victoria.
¡Prueba superada!
Ni más ni menos que el reflejo simplificado, en una hora, de lo que significa mi vida entera.
(Continuará)