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MEMENTO VIVIRE

Dice mi amigo Fernando Cámara que el año acaba en junio y comienza en septiembre, y estoy con él de todas todas.

El mes de diciembre, aparte del momento clave de la cristiandad, para mí supone un tiempo horripilante en el que tengo que forzar la sonrisa para salir bien en cualquier instantánea en las que no me gusta aparecer.

Soy un cangrejo veraniego algo raro, que anda para adelante, pero al que sí le encanta la espuma salada y el rompeolas.

Este teléfono mío con tres cámaras y doscientos mil contactos, que alimento desde que tengo uso de agenda, también tiene la curiosa manía de mostrarme fotos y álbumes musicados de momentos pretéritos. Algunas veces me entran ganas de desactivar esta función, pero al final me mantengo firme y decido verlos tratando de no caer en la nostalgia lacrimógena o en el arrepentimiento.

Todo es parte de mi vida, de lo que soy y del camino curvilíneo que sigo, no sé si libremente o quizá marcado por la fatalidad contra la que nada puedo hacer.

Llega otro fin de curso —de año— y no se parece en nada a ninguno de los cincuenta y cuatro que cicatrizan o dulcifican mi existencia. Algunos eventos se repetirán en el calendario, con amigos viejos y otros nuevos, con lecturas que terminan y otras que arrancan, con la próxima novela que coge forma, genera personajes y desarrolla una trama que me tiene entusiasmado.

El miércoles por la tarde acudí con mi viejo amigo Looping a la presentación de una marca de relojes automáticos de corte clásico, aun siendo bastante moderna en el mercado suizo. Asistió la plana mayor del fabricante acompañada por parte del personal de la relojería sevillana que organizaba el evento y un grupito de invitados aficionados a las máquinas de pulsera que dan la hora a base de complicados mecanismos.

Aparte del magnífico marco con la Giralda de testigo y un cóctel exquisito, hago mía la frase que nos regaló el director comercial de la firma en España:

«El camino de la excelencia es largo y tortuoso, pero cuando recoges sus frutos, la originalidad y la honestidad siempre merecen la pena».

¡Feliz ‘veraño’ nuevo!

Jaime Sabater Perales

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