LAS PENITAS MÍAS
He defendido en varias ocasiones la potencia emocional de la memoria olfativa, pero ¿qué me dices de la musical?
«Memoria autobiográfica evocada por la música» ¡Toma ya! Así la llaman los expertos, que deben ser unos señores con gafas muy serios que le ponen nombre a todo.
Emociones y recuerdos van de la mano y cuando se musicalizan se agarran al sistema límbico como un niño a la falda de su madre el primer día de colegio.
Anhelo que cualquier trozo de uno de mis textos llegase a calar en tu memoria como la letra de una canción o de alguna poesía, que también se cantan, aunque sea pa dentro.
Cada uno tiene su propia banda sonora que ordena y dulcifica el paso por la vida. Cientos de canciones y decenas de poemas que te llevan a lugares idílicos, que te libran de la apisonadora diaria que se empeña en pasarte por encima sin ningún miramiento.
La prosa parece que se queda atrás, pero no es así. A mí me salva leer y supongo que a ti también, por eso estás aquí. Este ratito nos evade del ruido. Ese que a veces es ensordecedor y que es capaz de recomerte las entrañas.
Puede que no los recuerdes, quizá no hayas leído las tres, pero estoy convencido de que eres capaz de decirme el título y el autor de los siguientes principios de novelas:
«Era un viejo que pescaba solo en un esquife en la corriente del Golfo y llevaba ochenta y cuatro días sin hacer una sola captura».
«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».
«Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados».
Refiéreme otro que te haya marcado. Ojalá algún día me ‘cantes’ al oído el arranque de una novela mía o, sencillamente, quedemos para charlar de poesía, que para contar penas ya tenemos las propias.