¡VIVA LA VIDA!
Ser un vividor no es cosa baladí.
A la hora de trabajar siempre está dispuesto, pero si lo llamas para tomar una cerveza, salta de la silla sin dudarlo.
Una retirada a tiempo, para un vividor, supone una cobardía sin parangón. Los finales de fiesta esconden las anécdotas más divertidas y las confesiones más insólitas.
Lo mismo ocurre con el negocio y la creación artística, también con el amor; los sobreesfuerzos y el fuera de horario, a la postre, generan el valor añadido, la luz, el soplo genial que todo lo ordena y le da sentido a la ‘cosa’.
Lo que no lleve a cabo con verdadera pasión e intensidad se quedará en agua de borrajas, ni fu ni fa, en las medias tintas que tanto repudia y con las que mucha gente pasa de puntillas.
Ahora se prefiere el término disfrutón o disfrutona, huyendo de la acepción negativa que arrastra nuestro vividor. La propia RAE recoge sinónimos muy sugerentes:
‘Vivales, aprovechado, frescales, gorrón… (también golfo)’
Casi na ¡Vamos!, como para sacar pecho, pero qué quieres que diga, que a estas alturas de la historia y con todo lo acontecido, este hombre dice que ¡VIVA LA VIDA!