UNA DÉCIMA DE SEGUNDO
Ya me ha picado el bicho.
Se ha hecho de rogar, no sé si después de bastante tiempo o del justo creativamente hablando. Para mí, que no tengo paciencia, todo esto de la literatura es una prueba de fuerza y de valor. El antídoto a mi hiperactividad; El sitio de mi recreo, que decía Antonio Vega, que tanto me sigue emocionando tras quince años de su muerte.
Pues eso, después de otro año revoltoso y muy prolífero, la misma idea que fragüé y dejé enfriar en cuanto terminé No busques más que no hay ha tomado vida y se ha adueñado de mí. Carlos, el protagonista, ha empezado a contarme su historia, a hacerme partícipe de sus miedos y a compartir sus anhelos conmigo. Lo voy compaginando con el trabajo documental y con el de ambientación. También me he buscado un puñado de recolectores de anécdotas de la época en la que le tocó deambular y crecer por Sevilla.
—¿Otra vez en Sevilla?
—¡Que no, coño! ¡Que la primera novela no se desarrolla en Sevilla!
—¡No ni na!
—Paso de volver a explicarlo, que cada uno saque sus conclusiones, pero que esta sí transcurre en Sevilla, aunque no en la actualidad…
—¿Cómo? ¿Cuándo?
¡Sí, claro!, spoiler al canto y no tengo ni el primer capítulo… Paso de seguir la conversación con este individuo metomentodo. Continúo con vosotros.
Como os iba relatando: Carlos, un adolescente algo mayor que yo (en 1980), tiene que aprender a progresar en una España que acaba de estrenar democracia y que se debate entre la tradición y el modernismo con un tubo de cerveza en la mano.
—¿Otra novela costumbrista? ¿Pero no tocaba la erótica?
«¡¡Uff!!, la que me va a dar el tío…».
—¡No, hijo, no! No es costumbrista ni tampoco erótica. Es que esto de enmarcar mi obra en un género no es lo mío. Más bien podría tratarse de un thriller. Eso me cuenta Carlos, al menos, pero aún me quedan muchas preguntas que hacerle y muchos espacios en blanco que rellenar.
—Bueno, no nos vayas a tener otro año en ascuas desde que la anuncias hasta que la publicas, que te conocemos.
—Eres un poco tocapelotas, ¿no? Me estás recordando a alguien bastante cercano.
—Ja, ja, ja, tú mismo. Anda, deja de decir sandeces y ponte a escribir de corrido, que te gusta mucho procrastinar.
—Ahí llevas razón, querido bichito, solo déjame Una décima de segundo.
Jaime Sabater Perales
En memoria de Antonio Vega, pura inspiración.