RESACÓN EN EL GUADALQUIVIR
«Río de mi Sevilla no te entretengas, que te espera en Sanlúcar la mar inmensa», decía Manuel Molina por boca de su mujer Lole Montoya. ¡Casi na!
Me he entretenido seis días hasta llegar aquí para respirar a sal y buscar descanso. Una semana entera de algarabía y comunión, de dar a los míos un poco de lo que recibo.
Así lo siento. Estoy siempre en deuda con el universo y con la gente que me aprecia.
Todo me parece poco.
Mi cuerpo está resentido de tantas horas de pie, de tanta charla entre bocados y buches de pura felicidad.
«Pero no me canso, siempre quiero más, aunque ayer cogiera el camino de la mar. Quiero más momentos de fiesta y verdad. De risas y lágrimas. De miradas que se cruzan y se clavan a mil metros. Quiero decirte guapa y enredarme en tus flecos, sacarte a bailar y no parar quieto, desde la portada hasta el propio infierno».
Hoy me salen rimas, lo siento, pero es que tengo aún metida la música en los huesos. Estos que tanto me duelen como si hubiera corrido una maratón.
Un sobresfuerzo titánico por buscarte, Sevilla. Para apoyarte, ser protagonista contigo y disfrutar del hoy sin echar demasiada cuenta del mañana.
He seguido, Río Grande, tu curso y ya quiero dar la vuelta.
Me quedan ganas de un baile más, de risas y besos. Como un péndulo me muevo corriente arriba, corriente abajo, dejándome llevar por este resacón, que me mece caprichoso, en brazos del Guadalquivir.