¡QUE ME QUITEN LO BAILAO!
Cuando tomo chocolate negro me pongo espitoso. Imaginaos, entonces, lo que el café hace en mí; se me nota hasta en la cara. No sé si será algo metabólico o que llevo los nervios de serie, pero es bastante curiosa la inmediatez de sus efectos.
Estaba en quinto de EGB cuando un día empecé a toser de forma continua y llamativa. Después de cada ataque de tos, realizaba un hipido hacía dentro muy característico y parecía que me asfixiaba. Como no se me quitaba, mi madre me llevó al médico de cabecera, que me derivó al neumólogo.
Después de ver las placas, el especialista concluyó que tenía una mancha en un pulmón que me duraría hasta la mayoría de edad. Me llegó a preguntar que si fumaba. Con diez años los únicos cigarrillos que había probado eran de chocolate. Ahora, con lo que fumaban mis padres en casa y en el coche, seguro que algo de nicotina tendrían mis pulmones.
Mi madre desde primera hora pensó que tenía tosferina (infección de las vías respiratorias que podía derivar en complicaciones muy graves) y no se quedó conforme con el diagnóstico del médico de la Seguridad Social.
Don Andrés Meneses era un prestigioso pediatra cercano a la familia, pero que cobraba sus consultas privadas. En cuanto entré por su despacho le hice un par de preguntas impertinentes y le pedí que me dejase probar el fonendoscopio. Con buen talante y mejor paciencia me auscultó durante un rato y me miró la garganta. Yo seguía curioseándolo todo.
—Andrés, este niño tiene tosferina, ¿no lo ves?
El médico, un poco harto del niño y de la madre, abrió con calma un libro muy gordo de medicina y concluyó que, efectivamente, era tosferina mi afección.
Al tercer día con antibióticos la tos había desaparecido, pero antes de que nos marchásemos de la consulta le dijo a mi madre que yo era hipercinético. De momento me prohibió, hasta los doce años, cualquier tipo de bebida o alimento que me excitara más.
—Consuelo, que no tome nada que lleve en su nombre comercial las letras «cola» o «cao». Nada de chocolate y mucho menos café —dijo don Andrés.
En mi duodécimo cumpleaños me pedí en la barra del club militar una Coca-Cola y una palmera de chocolate, tras dos años bebiendo Trinaranjus de manzana, leche fría sola y otras mierdas a las que hasta les cogí gusto.
Yo creo que el doctor Meneses se quedó corto y me tendría que haber prohibido de por vida aquellos excitantes. Pero, qué queréis que os diga, que a nadie le amarga un dulce y ¡que me quiten lo bailao!