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MI OTRA HERMANA MAYOR

 

Desde que llegaron los libros el día 5 de enero, no he parado de vender, agradecer, dedicar y enviar ejemplares a cada uno de los que me los habéis pedido.

Los primeros días fue brutal la cantidad de bizum recibidos y de mensajes con direcciones. Días después, repasando el aluvión, me vino a la cabeza Sali. Tenía en la memoria su dedicatoria, pero no recordaba con certeza haberla pasado a tinta. Y me saltó la duda. Ella fue de las primeras en encargármelo con un rotundo, «¡¿Cómo no voy a querer tu primer libro?! ¡¡Y lo quiero dedicado!!»

Ante la incertidumbre le pregunté por whatsapp si lo había recibido. La respuesta fue negativa e incluso le preguntó al portero… El libro no había llegado.

—Sali, te llevo otro en mano, discúlpame —le dije sin pensarlo ni un segundo.

Vestido de deporte, con el casco de la moto en la mano y la mochila a la espalda me presenté en su casa. Un ático del Porvenir envidiable en cada detalle. La belleza de los muebles, la increíble terraza repleta de plantas, la antigua cornucopia dorada con la figura de un pavo real tallada en la punta, que casi toca el techo, no rozan ni de lejos la elegancia de mi amiga.

Pensando en la jubilación y abuela por partida doble, Sali rebosa generosidad. Siempre dispuesta a solucionar el problema aduanero, nunca una mala cara tras su sonrisa franca, su nobleza y su porte erguido de antigua jugadora de baloncesto. Y encima, cómplice de mis penas y alegrías, de mis triunfos y fracasos.

Sali Candau Camacho, podré aceptar tu jubilación, pero no soportaría perder tu amistad, querida «hermana mayor».

Jaime Sabater Perales

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