MEDIA LUNA
A los lunáticos nos afecta mucho las fases de nuestro único satélite, que también dirige las fiestas de esta ciudad.
La Feria de Sevilla pelea por tocar días de abril, achuchada por el plenilunio del Jueves Santo y dejando, al menos, dos semanas entre ambos acontecimientos. La cara y la cruz de una ciudad que no deja indiferente a nadie.
Aquí el «¿A quién quieres más a mamá o a papá?» se transforma en el «¿Qué te gusta más la Semana Santa o la Feria?»
Yo soy feriante como mi madre. La misma que me llama para decirme que me controle en Feria, que ya tengo una edad.
—Mamá, ¡también querrás que me lo pase bien!, ¿¡no!? —le dije contrariado y le colgué.
A la Feria fui con una hernia discal en fase aguda, que me tenía doblado y trataba de disimular tirando de la chaqueta para el lado contrario. He ido sin dinero y con él, soltero, casado y, también, recién viudo. A la Feria no se va, allí se vive durante una semana, menos para dormir y ducharte. Lo demás es, como dije hace poco, descafeinar la vida.
Esta semana estoy de mala leche porque el universo me manda mucho trabajo en la «preferia». También me envía una rotura del menisco interno de la rodilla derecha. Un regalito para situarme en el calendario al que tan poca cuenta echo.
Llega la noche del pescaíto y ya estoy nervioso. Los dolores del alma y del cuerpo los dejaré aparcados, porque a nadie molesto con mi fiesta. Y aunque tenga la «media luna» rota, yo siempre estaré en fase creciente.