DÍA DEL PADRE
Se supone que sueños y memoria son en tecnicolor, pero mi infancia, delante de una tele, la recuerdo en blanco y negro. La hora de irse a la cama coincidía con una peli de uno o dos rombos o con una serie que solo veían mis padres y que, a la mañana siguiente, los compañeros del cole comentaban con mi consecuente envidia. La frontera azul, por ejemplo, que se emitía las noches de los domingos del año 78, transcurría a orillas del rio Lían Shan Po y comenzaba así: «Un viejo proverbio chino dice: “No desprecies a la culebra por no tener cuernos, quizás se reencarne en dragón; también un hombre puede ser todo un ejército […]”». La tele en color llegó tarde a nuestra casa, pero cuando íbamos a ver a mi abuela, alucinábamos al comprobar que la Rana Gustavo era de color verde, en una Telefunken Palcolor que nos dejaba hipnotizados durante horas. Cuando falleció Antón García Abril, el 17 de marzo de 2021, en vísperas del Día del Padre, recordé los capítulos de El hombre y la tierra y cómo absorbía cada segundo del metraje. El lirón careto, el águila perdicera, el abejaruco… y aquel inolvidable episodio del lobo que nos sacó las lágrimas a todos. «Para que en las noches españolas no dejen de escucharse los hermosos aullidos del lobo», decía Félix Rodríguez de la Fuente con su inconfundible voz. Era la serie favorita de mi padre, que nos reunía a todos delante del televisor. Papá nos ilustraba con sus ingentes conocimientos de naturaleza, que escuchábamos con la boca abierta. Ahora son parte de su legado. El 19 de marzo, me acuerdo mucho de él y de aquellos días setenteros. Evoco todo con nostalgia y emoción y le dedico estas letras después de tantos años sin su compañía. Mi amigo Manuel García Matute brindaba en Facebook con una Cruzcampo por los padres presentes y por los ausentes. Matu, me uno a tu brindis y a ese amor que nos acompañará el resto de nuestras vidas. Felicidades, Papá, ¡te quiero mucho!