HA SIDO UN PLACER
Tener la gran suerte de haber compartido contigo el juzgado de llegadas en nuestra oxidada torreta sanluqueña, durante tantos años, ha sido un privilegio y todo un honor.
Me llevaré a la tumba disfrutar de tu compañía y quedarme boquiabierto con tu anecdotario infinito.
Tu porte y desmesura, tu socarronería, tu saber estar y siempre estar, tu elegancia cultivada, tu afición al ‘buen comercio y mejor bebercio’ hacían de ti un señor enorme y a la vez un travieso chiquillo que proyectaba una alargada sombra en la que me encantaba refugiarme de vez en cuando para sentir que el mundo actual podía salvarse, que no estaba todo perdido ni podrido.
Hoy, sin ti, lo pongo en duda.
Mi padre decía que a los que habéis estudiado en los jesuitas se os nota nada más abrir la boca, que esa institución imprime carácter. Y es verdad, y tú eras prueba de ello. No solo recordabas a todos tus antiguos compañeros del colegio, sino que, además, los seguías y presumías de ellos… Eso te honra, como también lo hace la honestidad con la que has encaminado tu vida y el interés que has puesto en ser una persona tan agradable.
Me ha sentado fatal que te mueras, la verdad. Uno va corriendo y cuando te paran para darte una noticia así es una verdadera putada.
Ya echo de menos tus comentarios a mis relatos dominicales. Siempre finos, siempre acertados. Quiero volver a escuchar tus historias de Oviedo. Necesito asentir cuando me hablabas de tus amigos como si los tuviese que conocer solo por serlos. Anhelo invitarte a un daiquiri en mi antiguo palco o pedirte un gin tonic ‘cortito’ en nuestro jockey club entre la segunda y la tercera carrera.
José María, dale un abrazo a Blanca de mi parte. Ha sido un placer conocerte, querido amigo.
Jaime Sabater Perales
En memoria de José María Lacave de Aspe