EL RECIBO DE LA LUZ
Otra vez el dichoso duermevela me ha tenido imaginando relatos que no tienen sentido cuando recobro la lucidez. Hasta dos textos completos con frases potentes había plasmado en mi cabeza, aunque a ambos les faltaba el remate. Como a la vida. Cada día puede ser una genialidad o pasar desapercibido, intenso de trabajo o divertido de fiesta. Pero ¿cómo terminará nuestro camino? Y más importante aún, ¿cuándo?
En los últimos tiempos me preocupo en dejarles algún legado a mis hijas. En crearles bienestar y allanarles el terreno. Nada sofisticado ni ostentoso. Que no hereden trampas ni hipotecas y que no tengan que pagar mi entierro. Mi padre creía que si contrataba un seguro de deceso se moriría al día siguiente…
Desconozco cuándo vendrá a por mí el de la guadaña. Seguro que me coge vivo. No tengo ningún interés en que sea pronto, pero tampoco le tengo miedo. Lo he visto de cerca algunas veces. Apego no es la palabra, pero sí me une a él cierta confianza.
Tengo la certeza de que pasada la frontera existe la luz. Quizá por eso no me dé jindama y viva con alegría cada día a este lado.
No es que este cagueta se haya vuelto un intrépido y que me la juegue a la ruleta rusa en cada encrucijada, pero llegado a este punto y visto lo visto, cuando la oscuridad llegue a por mí, el recibo de la luz estará pagado.