DOS COPAS
Después de mi entrada en solitario y de enfrentarme a las miradas de los presentes, me escabullí como pude tras una copa de cerveza y la charla con el ministro.
La Gala de los Premios Solidarios exultaba glamur, rebosaba de caras conocidas tostadas por el verano avanzado, pero me estaba aburriendo, casi tanto como a la chica del guardarropa.
A lo lejos, debajo de un reflejo de luna, llamó mi atención su perfil, que traslucía la gasa de su vestido. Parecía que flotaba, a juego con la buganvilla, rodeada de gente gris.
Me disculpé de la reunión, estiré el nudo de mi pajarita, y, tras la segunda mirada cómplice y su copa vacía, no hizo falta nada más.