¡ESTATE QUIETO!
«¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!», dijo el conejo blanco antes de sacarse el reloj de bolsillo del chaleco.
Quedarse quieto nunca fue una opción. Su naturaleza inquieta y curiosa lo hacía moverse hasta cuando estaba parado.
De un salto en el aire, mientras dormía en la cama de hospital con un catéter…
