BOCABAJO
Siempre me he sentido un espectador; a veces, incluso, un impostor de un legado del que carezco.
Nací en esta increíble ciudad que lleva sus tradiciones hasta el más absoluto de los límites de la pasión y la entrega, aunque mis orígenes sean forasteros.
Esta mañana, despertó mi atención un vídeo —desde la cama, con el cuerpo cansado después de haber salido, aprovechando la Semana Santa— del catalán Emilio Duró, en el que decía más o menos: «No innovéis, copiad lo que tiene éxito».
En Sevilla, se crea desde una brizna de hierba; desde un soplo de aire fresco.
Ayer, apretujados en las sillas de La Campana, un abogado cordobés, cofrade hasta la mascarilla, me trasmitía por qué sigue volviendo cada año a disfrutar de nuestra Semana Grande y de la Feria. De cómo lo que aquí sucede, sin tapujos ni sentimiento alguno de comparación o envidia, se ha exportado a otras partes de Andalucía y del resto de mundo.
Es el Hombre el que imagina y el que algunas veces desvirtúa, por intereses mundanos, lo que se debería quedar en la pura expresión de la belleza y de la forma de sentir de un pueblo.
Anoche, al igual que me ocurrió al verlo tan de cerca expuesto en San Lorenzo, Él, El Gran Poder, volvió a desnudar mi alma.
Más tarde, desde el otro lado del río, hizo aparición el de las Tres Caídas seguido de su Esperanza, y lo pusieron todo boca abajo.
Bendita primavera, que por fin me cura.