APUNTAR MANERAS
Hay palabras que tengo que pensar antes de escribirlas y muchas veces hasta que consultarlas en el diccionario. No me avergüenzo de ello, que queréis que os diga. Cuando la palabra tiene equis, eses y ces, muy seguidas, me hago un lío de narices. No sé si porque en andaluz se suavizan e igualan al pronunciarlas o porque mi aprendizaje ortográfico infantil deja bastante que desear.
Excelso, absceso, escisión… En Sevilla todo lo pronunciamos con ese, y así se evita el problema; como pasa con exhibicionista, que decimos «esibisionista» y todo quisqui nos entiende.
A mi hermana Marta le salió, pasando por el parque camino del Instituto, uno de aquellos exhibicionistas con gabardina, zapatos con calcetines y nada más. El tonto del culo incluso la agarró por detrás al aparecer entre unos matorrales. Creo recordar, por lo que nos contó, que el nota salió por patas ante el alarido que soltó mi hermana, que quedó paralizada y algo traumatizada durante unos días. Incluso dibujó el desagradable suceso con tal de superarlo.
Dicen que los escritores somos exhibicionistas por naturaleza, que necesitamos desnudarnos ante los demás. Yo nunca he tenido una gabardina, la verdad, y no sería esa mi forma de llamar la atención, aunque carezco bastante de pudor.
Aquellos individuos acomplejados o enfermos mentales se pasaron de moda. Dejaron de hacer sus apariciones por parques y callejones oscuros para asustar a nuestras hermanas y amigas. Entendieron mal el fenómeno del destape que imperaba en los ochenta.
En los setenta, yo ya me anticipaba a la naturaleza con la que ahora os entretengo. Con cinco años, en la piscina infantil, me quitaba el bañador de licra, me lo ponía en la cabeza a modo de gorro y salía del agua corriendo y gritando para que todos me mirasen.
Ya apuntaba maneras.