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ANCHA ES CASTILLA

Y además querréis que escriba…

Pensaba darme vacaciones estos días. Vacaciones totales. Pero la cabeza no para quieta y menos durante una semana tan viva como la de Feria.

Las piernas flaquean, los pulmones destilan albero y vapores etílicos y el fondo de armario se va consumiendo al mismo ritmo que el presupuesto, pero no hay más remedio que seguir con el plan.

¡Menudo plan!

Anoche terminamos sentados en la trastienda de la caseta con los pies anestesiados tras permanecer los cuerpos erguidos durante más de diez horas. Lo comparo con realizar un triatlón olímpico: los baches, bajones y cambios de ritmo se compensan con el placer de llegar a la meta.

Algún íntimo amigo, mi chica y mis hijas con su pandilla, en una mesa colindante, eran mi compañía en esa esquinita de sillas de tijera y manteles de papel descuajeringados, con la música sonando a revienta calderas en la zona noble mientras que nosotros apurábamos el fin de fiesta casi de espectadores.

—Papá, hay que ver las cosas que tiene mi amiga —dijo mi hija mayor, que tiene veintidós años, mientras me ofrecía una croqueta de un plato de su mesa —, no va la tonta y ha pedido una jarra de rebujito y la ha pagado…

—¡¿Ah, sí?! ¿Y quién está pagando el resto de la comida y la bebida de vuestro grupo?

—¡Ay, hijo, papá!, pues quién va a ser… Lo estás pagando tú.

—Menos mal, Carmen, me quedo mucho más tranquilo —dije con cierta ironía y cara de póquer.

«Sevilla será llana, pero ancha es Castilla».

Jaime Sabater Perales

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