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CON LAS TRES ESES

 

Llevo más de dos meses metido en casa sin salir apenas. En diciembre la espalda me dio un aviso que desoí y, como carbón a los niños desobedientes, el día de Reyes me trajo la temida lumbalgia, a la que siguió la fatídica ciática que creía olvidada para siempre después de la microdiscectomía que me practicó mi neurocirujano, con tanto éxito, hace tres años y medio.

La otra protrusión discal no operada se ha chafado como una tortilla francesa bajo el pie de un paquidermo. Tanto que la imagen de mi resonancia serviría como ejemplo de hernia discal en cualquier libro de medicina.

Esta crisis la voy a superar bajo un absoluto control médico, sin escuchar consejitos ni esa voz interna que me ha empujado siempre a la calle a conducir mi vida con intensidad a pesar del dolor, y que acabó con mis huesos sobre una mesa de quirófano.

Quizá mi actual buena forma física y emocional también contribuyan a esta mejoría, o será que por fin empiezo a madurar, pero la semana pasada conseguí la proeza de cortarme las uñas de los pies sin ayuda y sin explorar posturas contorsionistas para eludir el dolor.

Aproveché la relajación después de la ducha matutina, el fin de semana y el aire libre de la terraza. Tal como decía mi padre, con las tres eses:

A solas, el sábado y al sol.

Jaime Sabater Perales

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